18 abr 2012

Hijos respetuosos y padres reticentes

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Hijos respetuosos y padres reticentes
Por: Diego A. Manrique | 16 de abril de 2012



Por lo que sé, todavía no existe el Manual de la perfecta estrella de rock pero, cuando lo escriban, seguro que dedicarán un capítulo a esa maravillosa opción del triunfador: la de tocar con tu dedito mágico a alguien menos afortunado. Eso se suele traducir por “producir a una leyenda”. Clara señal de tu poder: obligas a la discográfica a invertir en un artista veterano al que, en circunstancias normales, no dejarían pasar de la recepción. Además, marcas la agenda cultural: fuerzas a los medios a salir del bucle del presente para atender a un histórico.


Una jugada que también potencia tu reputación: participas de la autenticidad del elegido; creces en estatura, profundidad, sabiduría. ¡Credibilidad por asociación! Eso explica que una criatura tan arisca como Jack White trabaje con damas (supuestamente) desvalidas del country, como Loretta Lynn o Wanda Jackson. Jeff Tweedy, de Wilco, produjo a Mavis Staples. Otra soul diva, Bettye Lavette se ha beneficiado de los servicios de Joe Henry y los Drive-By Truckers. El lance no es exclusivo de los chicos listos del rock alternativo: Questlove, inagotable baterista de The Roots, ha firmado producciones de Betty Wright, Al Green o Booker T. Jones.

Hay riesgos, cierto. Rockeros de generaciones anteriores vivieron pesadillas. Recuerden: Keith Richards pretendiendo domesticar a Chuck Berry, Elvis Costello intentando inútilmente actualizar el cancionero de George Jones. El más listo, Bob Dylan, prefiere honrar a los muertos, que no dan la lata: ha promovido homenajes colectivos a Jimmie Rodgers o Hank Williams.
Con todo, Dan Auerbach ha decidido redimir una de las fichas ganadas como miembro de los Black Keys en la ruleta del éxito: figura como productor y cabeza conceptual de lo nuevo de Mac Rebennack, más conocido como Dr. John. El malaje de turno dirá que no hay mucho mérito en hacer de hada madrina de Dr. John: la tragedia del Katrina y la serie Treme ya le habían devuelto a los focos. Que nos van a contar a nosotros: Siniestro Total le invocó en 1995 con Doctor Juan (“doctor Juan, doctor Juan/ cúrame de todo mal/y del mordisco del caimán”).

Aunque Dr. John tenga cinco premios Grammy y saca discos con regularidad, Auerbach le ha convencido para que recupere el espíritu de sus primeros elepés para Atlantic. Y no debió ser fácil. En las distancias cortas, el Doctor es un gigante frágil, damnificado por décadas de mala vida. Hablando con él, resulta evidente que se siente muy cómodo en su papel de clasicista, un chef que espolvorea especias de Nueva Orleáns sobre añejos standards o el repertorio de Duke Ellington.


Pero la referencia de Auerbach eran Gris-gris, Babylon o Sun,the moon and herbs, donde Mac Rebennack se inventó el personaje de Dr. John, exagerado brujo de Nueva Orleáns que operaba sobre públicos acostumbrados a lo psicodélico. Una propuesta tan salvaje que se fue desintegrando, en el estudio y en directo. El Doctor recuerda un concierto en St. Louis, donde dos de sus acompañantes terminaron en comisaría: uno por matar a un pollito para alimentar a una serpiente, otra por bailar desnuda (bueno, con pintura corporal). Y todo con un jefe yonqui, habría que añadir.

Auerbach ha evitado recrear la onda vudú: Locked down no es un proyecto retro. El guitarrista, al frente de otros cuatro músicos, se encerró con el Doctor en su estudio de Nashville y empezaron a crear (de hecho, las diez canciones tienen autoría colectiva). El Doctor fue invitado a usar órganos Farfisa y Wurlitzer, para alterar la tímbrica.

Los instrumentistas vienen de Antibalas, Menahan Street Band, Poets of Rhythm, los Soledad Brothers: blancos educados en los misterios del groove intercontinental. Seguramente escucharon viejos discos de Etiopía o Nigeria, para invocar a la inspiración. Y la musa llegó. En nueve días,tenían el armazón de Locked down. Un mes de parada y volvieron para meter letras más el indispensable coro femenino,las McCrary Sisters.

¿Funciona? Hasta cierto punto. Locked down (Nonesuch) entra exótico y vigoroso pero pierde fuelle en su segunda mitad. Existiendo el excepcional filón de piezas cubanas para los orishas, decepciona que Eleggua sea una nadería funk. O que las canciones más personales se queden en la banalidad: My children, my angels, donde Dr. John se disculpa por haber sido un padre absentista; God’s sure good tampoco alcanza el fervor del gran repertorio gospel. Pero hay que agradecer a Auerbach que tengamos un Doctor Juan africanizado, natural, protestón. A los 71 años.

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